Caso clínico
No hace mucho atendí a una mujer de 43 años, que refería tener alergia al marisco.
Llevaba 12 años sin comer marisco, a pesar de que le gustaba mucho comerlo, no solamente en Navidades, sino también el resto del año. Ella sufría intensos dolores abdominales y diarrea de forma inmediata tras la ingesta del marisco.
Lo había intentado en varias ocasiones, probando gambas, langostinos, camarones, tanto compradas en el supermercado, como en el mercado e incluso en la propia lonja a puerto de mar. También en diferentes restaurantes y siempre con el mismo mal resultado.
Debo admitir que la primera sospecha fue de que efectivamente tuviera una alergia a los crustáceos, por ello le realizamos en nuestra Clínica unas pruebas cutáneas con batería de mariscos y un Álex, prueba diagnóstica en sangre, que nos detecta casi 300 alérgenos, incluido una amplia variedad de mariscos.
La sorpresa es que todos los tests fueron negativos.
Una vez llegado este punto, sospeché que a lo mejor podría tratarse de una sensibilidad al metabisulfito.
Para ello le realizamos una provocación oral en la clínica, con dosis crecientes de metabisulfito potásico, los síntomas aparecieron de forma inmediata, con casi las primeras dosis del conservante.
Le expliqué a la paciente que ese conservante se utiliza de forma generalizada para evitar que el marisco se ponga malo, que incluso ya dentro del barco lo suelen echar al marisco recién pescado.
Le aconsejé que comprara bogavantes vivos de vivero y que se los cocinara en casa.
Fue mayúscula su sorpresa cuando después de 12 años pudo empezar a disfrutar del marisco sin sufrir ningún problema digestivo.
La alergia al marisco es una de las alergias más frecuentes entre los adultos, y sus reacciones pueden ser extremadamente graves, llegando a veces incluso a producir la muerte.
No obstante no siempre las cosas son como aparentan, como sucedió con esta paciente, que presentaba una falsa alergia al marisco.
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